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lunes, 20 de abril de 2020

Del coronavirus al síndrome del puercoespin"

“A mis amigos les adeudo la paciencia
de tolerarme las espinas más agudas,
los arrebatos de humor, la negligencia,
las vanidades, los temores y las dudas”
Alberto Cortés


J.Iván Perez


Introducción
          
En tiempos de crisis como los que nos depara el segundo decenio de un siglo que se esperaba más propicio, no sobra ningún aporte a la reflexión y a la introspección sobre lo que está ocurriendo durante esta pandemia, en especial lo que toca con la unidad familiar.  
No deja de ser una paradoja que la proximidad e intimidad familiar, que se acrecientan por causa del aislamiento forzoso a que nos somete tal calamidad orbital, sea una amenaza para su integridad.
Estamos convencidos de que las disciplinas de la salud y de la sanidad mental personal y social, tienen cosas para proponer en favor de mantener y acrecentar la unidad del grupo familiar.  Por tal razón, realizaremos una aproximación al análisis de lo que denominamos el <Síndrome del Puercoespín>, para dar con ello nuestro aporte reflexivo a la realidad que vivimos.

Para cumplir el objetivo, acudiremos a los cinco elementos que integran la antigua y siempre nueva metodología del sistema educativo denominado: Paradigma Pedagógico Ignaciano, y trabajaremos con cada uno de ellos: Contextualización, Experiencia, Reflexión, Acción y Evaluación.  
1.  La Contextualización de la realidad
          Contextualizar es poner en contexto algo; equivale a situar ese algo en las circunstancias adecuadas de tiempo, modo y lugar; y aunque a estas alturas, todos estamos de pandemias y coronavirus, que se han vuelto tan caseros como las facturas por pagar, se hace necesario que caigamos en cuenta que existe otra entidad más silenciosa –si se quiere- pero no menos mortal que el virus que tratamos de evitar o atacar.
Se trata de algo que en el mundo de la salud se denomina Síndrome y que, para el propósito de estas reflexiones, denominaremos: <Síndrome del Puercoespín>.  
Sobre el término Síndrome, nuestra real academia del idioma lo define como: “Conjunto de síntomas de una enfermedad”, lo que viene a equivaler a enfrentar no a un enemigo en particular, sino a un conjunto de ellos, y posiblemente a una legión; en este caso, una legión de virus mortales. Y mortales porque matan, y porque lo hacen silenciosamente, y lo hacen de muchas formas: social, moral, psicológica, y -a veces- puede llegar hasta la mortalidad física.
Lo del apellido Puercoespín, es por referencia a la naturaleza de un animalito que, por sus características (los hay de diferentes clases), se define su grado de peligrosidad y aniquilamiento. Ha sido dotado por la naturaleza de un cuerpo cubierto de púas -aparentemente tan inocentes- como la piel de cualquiera de sus semejantes, pero tan temibles y letales como el más colérico de los enemigos cuando se le importuna o desafía.
Y surge una primera pregunta: ¿Tendrá algo que ver eso con lo que nos está ocurriendo aquí y ahora a nivel mundial? Y la respuesta categórica es: . Sobre todo, cuando se lo analiza a la luz de las relaciones intrafamiliares, que adquieren características ultra sensibles a causa de un encierro forzado de 24/7, sin duración prevenible.

2.  La Experiencia
Los episodios amenazantes o dolorosamente violentos, experimentados alguna vez o en alguna de las etapas de nuestro desarrollo personal, se convierten en el combustible propicio para originar o disparar el tal Síndrome. Éste se convierte en el artífice de los peores escenarios personales e interpersonales en que deberemos mantenernos y actuar como convivientes.
Si en la vida ordinaria la violencia intrafamiliar es una pandemia que corroe la convivencia, a pesar de mantenernos la mayor parte del tiempo relativamente alejados unos de otros por razones de compromisos personales y sociales, es en este forzoso escenario, en el que cualquier detalle inconveniente, cualquier interpretación equivoca, el comentario inoportuno o la errada adscripción de sentido a una conducta, desnuda nuestras calidades y debilidades y la agresividad deja aflorar nuestras puyas, puyas mortales como las del más enfurecido puercoespín. Aparecerá la chispa que encienda el quebrantamiento de una relación, o la destrucción de una autoimagen largamente construida por el otro.  
Alguien, a propósito de la realidad forzosa que experimentamos, opinaba: “el mundo se está reconfigurando y no hay sectores que se escapen a la incertidumbre”. Cierto, hay que hacerse conscientes de la emergencia de una nueva realidad, de una manera distinta de asumir las cosas de la vida que nos atañen. Creemos que de no hacernos conscientes de la obligación personal de participar activamente en el proceso de la reconfiguración que se avecina, nos estaremos auto excluyendo de la dirección de nuestro propio destino.
Hay que caer en cuenta de que, cualquiera sea el cambio del mundo que nos circunda por causa de esta pandemia, el cambio del que nos es propio, sigue siendo responsabilidad de cada uno y sólo suya; seguimos siendo los arquitectos de nuestro propio destino. Lo que no hagamos por nosotros mismos, nadie lo hará por nosotros.
          Las experiencias de violencia intrafamiliar, debidas a nuestra idiosincrasia y a las características aportadas por la herencia genética y la herencia cultural propias de cada uno de los miembros del grupo, avalan ésta y otras expresiones de violencia, nada gratificantes para la forzosa convivencia que debemos compartir.         

3.  La Reflexión – la Reconsideración
Este elemento, catalogado como importantísimo dentro del paradigma, está identificado como el proceso mediante el cual se hace emerger a la superficie de lo consciente a toda experiencia personal que haya quedado inconsciente.
El proceso está cimentado en dos operaciones fundamentales: el entender y el juzgar. La primera, es el chispazo que ilumina la penumbra de la percepción inicial que tenemos de algo, y la segunda, corresponde a la operación para verificar la adecuación entre lo entendido y lo experimentado. Veamos cómo se aplicarían aquí.
El <Síndrome del Puercoespín> es equiparable -en la realidad- a un mecanismo de defensa que consiste en un conjunto de elementos inconscientes, que utilizamos para defendernos de emociones o pensamientos que produzcan ansiedad, sentimientos depresivos o una herida en la autoestima, cuando se hacen conscientes.
Los mecanismos de defensa son heredados genéticamente o construidos culturalmente. Como elementos inconscientes, hacen que reaccionemos de manera extrañamente preconcebida o en forma de conductas incontroladas, y -a veces- peligrosas. Son empleados cuando nos sentimos invadidos en nuestros espacios o se nos agrede, y para ampararnos, acudimos a punzantes conductas con mayor grado de agresión o a violentas actitudes sociales, sin apenas medir las consecuencias: son las espinas con que nos protegemos.
Una lección a tener en cuenta en las actuales circunstancias, -apuntaba alguien que ponía a la reflexión como el más definitivo elemento- es que “nos ha obligado a reconocernos”. Sí, nos ha obligado a reconocernos como los seres de luz y de sombras que somos, y que aceptemos tener una misión que cumplir allí donde se nos destinó: a eso hemos venido a este planeta y para eso sobreviviremos a situaciones así o peores, claro, si aceptamos que debemos involucrarnos de forma consciente.
Y antes de que el síndrome se convierta en algo propio de nuestro ser o de la identidad del grupo familiar, y deje afectadas, tanto nuestra salud física como la mental, debemos reconocer la capacidad de resiliencia que cada uno ha cultivado en sí mismo y la que se ha podido construir en cada grupo de referencia al que pertenezca. La vamos a necesitar para reinventarnos y –definitivamente- para subsistir.
Una última reflexión, a este propósito, nos la proporciona el apenas desaparecido premio nobel alternativo de economía, el chileno Manfred Max Neef quien, para referirse a la incertidumbre de las circunstancias que como ésta, debemos afrontar para seguir realizándonos, acuñó la frase que viene muy bien al caso: “Hay que estar dispuestos a derivar en estado de alerta”.
4.  Las Acciones a emprender
Estar dispuestos a ‘derivar en estado de alerta’, significará aquí, pasar de la ‘reflexionática’ a la ‘axionática’, que será pasar de emplear ríos de tinta para ‘hablar de’, a tomar acciones efectivas en nuestra conducta. Para hacerlo, tendríamos, por ahora, tres cosas a proponer.
 La primera será hacer un esfuerzo consciente para . ¿Y cuál es el significado de ésto en el contexto que analizamos? Pues nada más y nada menos que hacernos conscientes de lo que somos: seres integrales e integrados; que estamos constituidos como un conjunto de sistemas y subsistemas, que funcionan por la energía que somos y por los sentimientos que generamos; que nuestro sistema inmunológico está movido por las emociones que manejamos, y que nacen de pensamientos que impulsarán nuestras conductas de violencia o de paz, según su propio origen.
Se hace necesario caer en cuenta de que no vamos a salir de situaciones como ésta, si nos sentamos a esperar (física o mentalmente) a que las soluciones lleguen por arte de birlibirloque o –peor aún- que dejemos en manos de otros lo que deberíamos hacer nosotros mancomunadamente, y sobre el ‘metro cuadrado’ personal.
Lo segundo será entender, de una vez por todas, que aquí <lo obvio no es tan obvio>. Lo que ésto significa es que, aunque la filosofía popular pregone que ‘no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista’, lo de hoy nos afecta hasta los tuétanos; que se cuenta en hechos: número de afectados y número de muertos; que la cosa va tan en serio, que no es tan obvio que de ésto vamos a salir todos indemnes ‘si dios quiere’. Es cierto que la espiritualidad o lo que cada uno tenga como ser supremo o supremo valor, velará y responderá por sus criaturas, pero sería bueno recordar que fuimos creados libres y capaces, y se nos entregó este planeta para que lo lleváramos a su pleno destino, gracias al empleo de la capacidad de respuesta con la que fuimos dotados.
Y lo tercero será que –de esta dolorosa experiencia- ‘aprehenderemos más de lo que nos propongamos’. Claro, eso será así, si lo trabajamos desde ya y lo emprendemos en conjunto. Pero, para tener los logros que deseamos, debemos aprehender –de una vez por todas- que se hace necesario mudar nuestras espinas y vigilar lo que las dispara, si es que definitivamente, no es posible erradicarlas para cultivar la convivencia a la que aspiramos y nos merecemos.
5.  La Evaluación y la Motivación
Bien es sabido que lo que no se evalúa no es susceptible de ser perfeccionado. Igualmente, que hay que valorar la disposición personal y grupal a vigilar la efectividad de los esfuerzos que realizamos para liberarnos del ‘síndrome’ y liberar también a la convivencia, si es que está siendo víctima de él.  
          Dentro del paradigma, la evaluación tiene que ver con el valor que se le da, tanto a la intencionalidad con que se aborde la erradicación del síndrome, como a las acciones que se emprendan efectivamente para lograrlo. Igual cosa deberá hacerse con los métodos y medios con los que se intenten obtener los resultados.
          De lo que se trata –en definitiva- es de aprovechar los espacios de reflexión de esta atípica situación de convivencia, para recrear conductas que sustituyan los actos de violencia entre miembros de la familia que, al decir de las noticias que llegan de casi todas partes, se han disparado exponencialmente en el día a día, parejos con la pandemia.
A modo de cierre
Para cerrar lo reflexionado hasta aquí, que no para   darlo por concluido -porque nada está aún concluido- queda el compromiso personal y grupal del aporte que se nos está demandando (¡que se nos está exigiendo!) si es que nos comprometemos con la superación de la otra epidemia descrita y causada por el peligrosísimo .



1 comentario:

  1. hola Ivan. me parece bien traído a discusión esta problemática, porque en efecto es impresionante el dato de hoy sobre la violencia intrafamiliar, que de hecho siempre ha existido, pero ahora en esta convivencia "apretujada" se intensificó de manera exponencial. Mañana discutiremos mas sobre el tema.
    Gracias por tus reflexiones

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