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martes, 28 de noviembre de 2023

La espera

 Jesús Rico

 Serían las doce y media cuando Pedro se  ausentó de la oficina  asignada  durante su permanencia en Washington para salir a almorzar.  Una mujer  le saludó con amabilidad  mientras esperaba el ascensor.

 «Trabajas aquí en la Ops?»

«No, estoy  haciendo una asesoría en el el área de enfermería. Voy a buscar un restaurante para almorzar».

«Yo también. Hay un restaurante chino al frente, cruzando la calle».

«Almorcemos juntos».


Entraron  al restaurante,  pidieron  una mesa para dos en un momento  difícil por la alta demanda  pero  se las   dieron. Ella era una mujer bajita un poco pasada de peso, no muy atractiva , su cabello recogido en una moña sobria.  La delicadeza de su blusa con un moño rematando el cuello le daban un aire seductor.   Su manera descomplicada de hablar y moverse le agradó. Pidieron una ensalada con rebanadas de pavo y un té helado para cada uno. La premura del tiempo por el regreso a las  oficinas  no  permitió conversar mucho. Acordaron    verse a la salida a las cinco en el lobby para continuar la conversación.

Una especie de coquetería en Schila le hacía sentir halagado. En la tarde mientras trabajaba las ideas de lo que podría suceder le distraían aunque no consideraba  posibilidades amorosas especiales. La  llevaría a comer y luego    departir en un bar un rato largo. Asi se logra pasar con alguien diferente  los fines de semana  en  estos  trabajos.  

A las cinco de la tarde estaba en el lobby del edificio pensando en Schila cuando salió de uno de loa ascensores con cierta rapidez y le dijo,

«Tengo una reunión hasta las ocho con varios   asesores» .

«Te doy la llave de mi pieza en el Hotel. Allí te puedes entretener, solicita algo para comer  mientras llego, ver televisión, leer. Te parece  bien la propuesta?».

« Me parece bien. Te estaré esperando».

Le sorprendió su determinación, no estaba muy convencido de lo que estaba ocurriendo pero ya  tenía la llave en la mano.  Entre confundido  y  entusiasmado decidió seguirle la piola.  Ella se despidió para regresar  al piso en donde estaba trabajando. No lo podía creer, será posible que esto suceda?  Caminó despacio por el anden que conduce hacia el Hotel que esta a unos diez o quince minutos. Se sentía incomodo, pensaba en la llegada al hotel, le harían algunas preguntas?, que puede pasar si  descubren que no soy huésped? Entro y sigo directamente hacia el ascensor para subir a la habitación ? 

No le dio mas vueltas en su  cabeza . Entró a un supermercado y compró una botella de vino tinto chileno.   En el hotel hay varias tiendas y almacenas  en el primer piso. Caminó y se detuvo  mirando las vitrinas y pensando en lo que podría ocurrir. Estaba algo nervioso. Tenía mucho tiempo para esperar a Schila que llegaría a la habitación despues de las ocho como lo habían acordado.

Cuando se abrió la puerta de entrada del hotel,   sin mirar a ninguna parte ni a nadie, se dirigió apresurado hacia el ascensor, apretó el  botón del sexto piso  y llegó al corredor para buscar la habitación.  A la hora de la verdad todo resultó muy sencillo. Ya en el cuarto le daba risa lo que la mente agitada llega a construir. Que alivio. Nada de lo que había pensado ocurrió, nadie pregunto para donde iba, nadie lo miró , era su cabeza que estaba agitada y confundida por esos momentos  que le estaban arrollando.

Tranquilo encendió la televisión y  se puso a mirar  mientras el tiempo pasaba. A las ocho no llegó Schila. Decidió tomar una copita de vino para desearla con alegría. Una hora hora y no llagaba. Se tomó otra copita de vino que la estaba estirando . La tercera copa  se metió en la cabeza y ya estaba  pesado. Hacia las diez de la noche alguien tocó a  la puerta , al abrir era Schila que lo abrazo y presento disculpas por llegar  tan tarde. La miraba y trataba de pensar como podría satisfacer y lograr tener unas buenas  relaciones amorosas.

Schila decidió tomar una ducha, al salir  con la toalla enrollada en el cuerpo  sacudiendo   su cabello húmedo,  se sentó a su lado y Pedro le pasó la ultima copa de vino.  Se metieron  en la cama  desnudos entre besos deseosos de placer.  La luz  tenue ayudó en la tarea de brindarle tiernas caricias sobre  su piel  y besos  en su cuello.  Recorrió con afán sus pechos  abultados y caídos,  hacía un esfuerzo mental por disfrutar.  Comenzó  a descubrir un cuerpo con gorditos en diferentes  partes que minaban su empeño y unos muslos  exagerados que no le  permitían llegar a ningún lado.  Una hora después de intentos forzados,  cansados se fueron   quedando dormidos.

El lunes siguiente   al llegar a la portería   el vigilante  le entregó un paquete  a su nombre.  Era de Schila,  había una camisa Polo talla L color azul con una nota que decía:  “Gracias,  me hiciste muy feliz”.

 

 

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