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domingo, 29 de noviembre de 2009



Sobrevivir


       Zancones, de plumaje oscuro y pico largo y agudo, poco vistosos cuando están en su tarea de cazar insectos para su sustento, pero majestuosos cuando agresivos despliegan sus alas blanquinegras, dispuestas a enfrentar violentamente a los intrusos en defensa de su territorio.
      Siempre andan en pareja. A veces reciben visitas consideradas no gratas, de otras parejas que buscan un sitio para aposentarse, o de nonos en busca de compañera o compañero.
    Fueron dueños de extensas zonas al sur de la ciudad pero las construcciones los obligaron paulatinamente a reducir cada vez más su hábitat.
     Primero lucharon por no dejarse desalojar, pero terminaron compartiendo a regañadientes con los nuevos residentes. Perseguían a los niños que montaban sus bicicletas o jugaban, quizá también porque ellos aún no practicaban el debido respeto.
    Hoy sólo quedan unas pocas parejas que se han convertido en las mascotas de los residentes, pero dejándose contemplar sólo de lejos.
   Son padres ejemplares. Ayer nacieron dos polluelos y la mamá se aprestó a iniciar su proceso de enseñanza. Practican con sus hijos la máxima de: “no te regalo el pescado, te enseño a pescar”. Mientras el padre se pone en alerta para defenderlos de los aguiluchos y de los gatos, la madre estira su largo cuello para ordenarles que se pongan en pié y los lleva a dar un paseo para indicarles hasta dónde pueden llegar.
    Uno de los polluelos excedió los límites territoriales, provocando una sangrienta lucha. Uno de los dueños del terreno invadido logró alcanzarlo hiriéndolo en el cuello. Su madre se lo arrebató y en vano intentó esconderlo debajo de un resucitado. Ya cuando vio a su pellarcito tendido, abandonó la lucha y se fue en busca del otro, que esperaba temeroso a la sombra de un árbol, custodiado por su papá.


Aura López
Palabras Mayores Cali

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