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lunes, 5 de marzo de 2012

Mi manera de escribir

                                                                                                                                            Eliseo Cuadrado

Estoy convencido que uno debe escribir como le dé la gana, es decir, como le llega al oído el sonido de las palabras, o de cualquier cosa. Garabatear en el papel después de pasar por el desconocido proceso de dar forma a la nota musical monocorde y síncopa. Puede que del proceso salga una partitura o una frase, que no suenen, a menos que, se utilicen las cuerdas vocales a manera de instrumento. No es letra muerta porque conserva el tono, caracterizado por la frecuencia de vibraciones sonoras, personales y hereditarias.
Me refiero al aspecto gramatical del idioma. El componente sintáctico tiene relación directa con el significado del mensaje y justifica sus reglas por ser el esqueleto del estilo.

Rechazo la arbitraria obligación de escribir “alcohol” así, cuando sus efectos milagrosos persisten aunque se escriba ”alkol”. Primer y más efectivo antidepresivo, tranquilizante, euforizante y ansiolítico descubierto en la cima del monte Ararat, situado al oriente de Turquía, y de consumo mundial obligatorio desde entonces. Aunque la escritura se complicó desde los tiempos de Horacio, quien poco antes de la aparición en público de Jesucristo, se convirtió en el primer filólogo de la historia. Fue él quien puso orden en la casa y creó las reglas de cómo se debe escribir, a las que todos sucumbieron a consecuencia de su demoledora lógica. Mil setecientos ochenta años después, la Real Academia de la lengua española empezó a editar y divulgar su Diccionario, en el que introduce con periodicidad los cambios que cree necesarios para mantener el idioma al día. Estos cambios consisten en eliminar vocablos y reglas en desuso e introducir nuevas, según predominancia de los modismos regionales.

Es apenas lógico que cada Academia tenga sus reglamentos de admisión y funcionamiento, elaborados por los académicos. Un selecto grupo de octogenarios, sin problemas de género conocidos, con pocos estudios universitarios, pero de sobrados méritos. En la actualidad opera la Asociación de Academias de la Lengua Española, poderoso ente mundial constituido por veinte y dos academias, incluida la insólita Academia Norteamericana de la Lengua Española. Xenofilia incluida.

Creo que la inmortalidad de la hache muda es un problema que debería ser ventilado por alguna dependencia de la Comisión de Derechos Humanos. Así como la indubitable presencia del fantasma de la “u”, en el abominable “que”. En la edición de 2001 las academias incluyeron las palabras: kafkiano, karaoke, web, xerocopia (no xeroScopia) y cien ejemplos más, sin que tales iniciativas hubieran pasado por el filtro democrático de un plebiscito. Confieso que la S, la Z y la C seguida de E o I, me suenan igual, lo que constituye una patología sónica conocida como CEISMO. Por otra parte, tengo ídem problema con la Y y la LL, causantes de una epidemia de yeismo y lleismo, en mi caso. Acabo de descubrir que en francés no existe el “que” galicado, ni el queismo o el ”de queismo”. Si se le eliminaran la H interferente o intermedia a la ALMOHADA, estoy seguro que disminuirían las pesadillas. ¿Qué hace esa h ahí? Se rumora que la alcoba se llena de agua y la cama naufraga.

Los acentos. Qué horror u orror. Una vez que la Instituriz(S) le enseñe al cachifo que se debe acentuar la segunda “o” en “corazón”, ya no se necesita escribirlo. Y al mismo tiempo, se eliminaría la diferenciación entre el acento ortográfico y el prosódico: vainas de poetas. Y naturalmente en todos los fonemas agudos terminados en “N” o “S”. Hago una pausa aquí para que no se convierta esta nota en el episodio karamazoico de una novela rusa.

Hace algunos años mi profesor de gramática, me dijo en voz baja que había perdido nuevamente el examen.

-¿Y cuanto saqué?

-Cero, sin alternativa.

-Profe, creo que hay una alternativa. Póngame Zero.

Además de habilitar la materia, me echó de la clase.

Mujer parece tener bulimia y todavía anda tongoneándose por pasarelas. Muger es todavía quien nos acompaña después de habernos permitido dar el salto generacional hasta los, una vez preciosos nietos. Solo en nuestro idioma nos obligan a colocar una “m” antes de “b” o “p”. Ustedes acaban de leer “solo” y no les importó la falta del acento. ¿Hasta cuándo vamos a llamar “i” griega a la “y”? ¿E “i” latina la ”i” corta? Los sabios del idioma, ahora le llaman “uve” a la “V” de vaca, pero por fortuna no le cambiaron el nombre a la “B” de burro (a). Así como están las cosas, BBVA suena BBUBA.

¿Saben cómo se escribe ahora “WWW”? Fácil: “UVUVUVUVUVUV”, o sea, el equivalente a una triple “w”, lo que es igual a seis v, de vaca. Por tal razón, a veces, no llegan nuestros correos. No es que se caigan por un hueco de la “red”. Desde mil ochocientos tres la “C” y la “H” aparecieron en público, cual cópula estacionaria y desde entonces forman un dígrafo consonántico de articulación africada palatal y sorda. Así la define el diccionario. Jamás me he tragado ese cuento.

Gabo, en otro momento de lucidez propuso eliminar la “H” donde estuviera y todo mundo entró en pánico. Cuando se repusieron del susto lo regañaron por Internet. Colaboren. Corrijan mi supuesto error y no piensen mal de mí. A medida que pasa el tiempo cometo más faltas de ortografía. Si todos escribieran como yo, se acabaría el problema. Sucederá cuando disminuya lo suficiente nuestra perfusión cerebral. O deje de funcionar la parte del disco duro que corrig(j)e la ortografía. Mientras tanto agreguen todo lo anterior al diccionario del computador.

































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