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lunes, 30 de noviembre de 2015

Naufragio sin familia

                              



                               
                                                                                               
            Eliseo Cuadrado
            
                                                         Me dices en tu carta que tienes la sensación de haberte quedado sin familia y  analizas con lupa tu pasado, porque estás decidido a descubrir el momento en que empezó a desmoronarse. Nunca lo encontrarás.
            Siempre has pensado que tu conducta fue ejemplar e inmune  a cualquier ataque. Pero no. Ahí estaba la punta del iceberg flotando en la oscuridad cuando hirió de forma alevosa la proa de tu barco. Hubieras afectado a muchos inocentes que navegaban contigo.

            Recuerda, el desagradecimiento es un arma más poderosa que la fuerza que mantiene la tierra dando vueltas.  La historia ha registrado el pánico de los ojos de César al ver  esa mañana que en el Senado estaba también su hijo adoptivo. Tú no eres César,  pero estás rodeado de muchos que has adoptado mentalmente sin pedirles permiso.
Craso error y terrible paradoja. Porque tú siempre  creíste haberles hecho un gran bien. Pero, quien sabe si ellos  lo ven así y piensan que has sido egoísta y convertido en un anciano paranoico y ególatra que les hubieras podido dar más en vida.  
            Dedícate a pensar mejor qué mal les has hecho por quererlos tanto. ¡Ojo! Temo que te está pasando algo peor: No será posible que los perdones por sus malos comportamientos, porque con seguridad se  sienten inocentes.
Prepárate, vas a sufrir mucho con lo que te voy a decir. Sólo te queda un escudo: el desapego. Entre tú y ellos habrá siempre el abismo de tu propio  yo. De ahora en adelante serás el Súperman en silla de ruedas.
            Esa noche te sentiste hostilizado en tu propia casa. Donde casi  naciste.  Rechazado por quienes siempre has sentido un gran amor filial. Ojalá algún día sepan el desproporcionado mal que se han hecho. Incluyéndote a ti.            
Presiento que estas viviendo una segunda orfandad. En este caso definitiva. Pero tú siempre has sido feliz en tu soledad acompañada. Ellos nunca te perdonarán que los hubieras abandonado tan pronto crecieron tus alas.
            Estos sentimientos encontrados llenos de hipocresías y duelos ocultos son los que producen la atmósfera cargada de tragedia el Día de la Madre, cuando los hijos artificiales buenos, esperan a los hipotéticos malos que llegan retrasados llenos de sicotrópicos. Al final de la tarde. De tu noche.
Todas las  familias son tumbas blanqueadas. Alguien aseveró hace miles de años.
 Solo volverás a tener paz cuando te des cuenta que empezaron tus exequias. Los cisnes se convierten en cuervos cuando naufraga, en la bahía, un contenedor repleto de petróleo,  por las malas maniobras de un mentecato Capitán como tú.
Olvídalos, si quieres perdonarlos de verdad.
Recuerda que algún día te dije que debías morirte a tiempo.
Otro gran error: No debiste casarte por amor. Los defraudaste tanto que alguien le escribió  una carta a ella,  que cuando la leí, me pareció la infamia de su vida. Ellos esperaban beneficiarse con tu matrimonio, pero tú no captaste el mensaje ni ellos supieron enviártelo. Ya es  tarde, quedaste en deuda. Algún pretexto encontrarán para  no asistir a tu entierro.




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