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jueves, 24 de julio de 2025

 Jesucristo en la tierra: infancia y vida oculta

 

Jesús Rico Velasco

Los cuatro evangelios canónicos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan son considerados por la Iglesia  como textos sagrados inspirados y normativos para la fe cristiana. En un principio son versiones orales que empezaron a transmitirse  en la medida en que se fue desarrollando la fe cristiana y posteriormente  avanzando hacia la idea de poner  por escrito los acontecimientos que adornan la vida de Cristo contados  por los evangelistas. Por lo que se conoce, el primer evangelio escrito fue el de Marcos por los años  65  al 70  con un contenido especialmente narrativo. Le siguió posiblemente el evangelio de Mateo  basado en el anterior por allá en los años 80, luego aparece la narrativa escrita de Lucas qué como Mateo, sigue a Marcos en la narración. No importan las concordancias y las discrepancias, con Juan la historia es la misma sin interesar que se acerquen o se alejan de los hechos en que se basaron para sus interpretaciones. Son cuatro autores que cuentan la misma historia de la vida del Cristo:  son sus testigos espirituales  y sus acercamientos propios van tejiendo la tela evangélica del mensaje de amor y de fe que los une para contar la historia.

 Lucas (1,5-4,13) es el personaje que mejor cuenta la infancia y la vida oculta de Jesucristo en la tierra  durante sus primeros años.   Un hombre que  vivió unos treinta y tres años, tiempo suficiente  para cambiar la historia de la humanidad. Jesús vivía en el cielo como hijo de Dios y fue enviado a la tierra por su padre para cambiar y trasformar el mundo que había creado. Un mundo   perdido en la soberbia, la violencia, el comportamiento díscolo de monstruos gigantes que habían crecido sueltos. Dios decidió acabar con ellos y precipitó el diluvio universal y todos desaparecieron con la historia conocida desde Adán hasta  Noé. Pasaron muchos siglos,  cuando Dios en su sabiduría e infinita misericordia decidió enviar a su hijo para salvar el mundo de los terrícolas. Lucas un hombre de “origen gentil de nacionalidad sirio-antioquena, de profesión médico”, es quien mejor narra en los evangelios  la infancia y vida oculta de Jesús.

 El evangelio de la infancia está narrado en dos dípticos en torno al nacimiento del Bautista y de Jesús. Comienza la historia en tiempos de Herodes, rey de Judea, con la presencia Zacarias, quien tenía por  mujer   a Isabel.  No tenían hijos, ella era estéril y los dos estaban en  edades  muy  avanzadas, Mientras oraban en el templo a la hora del incienso,  se les apareció un ángel y les dijo:

 < No tengas miedo Zacarias, pues tu petición ha sido escuchada, y tu mujer Isabel te dará un hijo, al que pondrás por nombre Juan. Será para ti causa de gozo y alegría; y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande ante el Señor… Irá delante del Señor con el poder y el espíritu de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos, y enseñar a los rebeldes la sabiduría de los justos, a fin de preparar al Señor  un pueblo bien dispuesto… Te quedarás mudo y no podrás hablar hasta que suceda todo esto por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo >

 A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a Nazareth para que le comunicara a una joven virgen llamada María que sería la madre de Jesús. Entró donde ella estaba y le dijo: < Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo. No tengas miedo, María, porque has encontrado  gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre  Jesús. Será grande y se llamará  Hijo del altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin >.

María asombrada le preguntó: < ¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones? >

 El ángel le contestó: < El espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se llamará Hijo de Dios. Mira tú parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se llamaba estéril esta ya de seis meses porque no hay nada imposible para Dios>

 María dijo: < Aquí está la esclava del señor; hágase en mi según tu palabra>. Y el ángel la dejó.

 Un ángel también le comunicó en sueños a José descendiente de David, que se casara con María y que al hijo que ella iba a dar a luz le pusiera Jesús. Días después María visito  a Isabel, entró en la casa de Zacarias y se enteró que tenía seis meses de embarazo. Permaneció en su casa unos tres meses posiblemente después del nacimiento de Juan y regreso a Nazareth. A Isabel se le cumplió el tiempo de su parto y dio a luz un hijo quien  fue circuncidado de acuerdo con las costumbres judías, creció en un hogar santo  fortalecido por el espíritu y vivió en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.

  El nacimiento de Jesús ocurre como estaba escrito y señalado por los profetas. En esos días salió un decreto del emperador César Augusto para empadronar a toda la población.  Dado el riesgo que corrían José y María decidieron salir de Nazareth y trasladarse a Belén de Judea para ser censados con María que estaba encinta. Para que se cumplieran las escrituras, José y María próxima a dar a luz al no encontrar un lugar para hospedarse en Belén, se acomodan en un humilde pesebre a las afueras del pueblo. Los pastores de Belén fueron a adorar al niño como Dios les había anunciado a través de sus ángeles y la participación de un ejército celestial que alababa a Dios diciendo: < Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que él ama >.

 El nacimiento de Jesús en un pesebre alejado de todo lo que representa riqueza material es una demostración de la absoluta pobreza en que vivían los fieles  de la tierra. Su mensaje es de humildad y pobreza extrema  al nacer en un establo con todas las incomodidades pero que José y María   aceptan  como una manifestación de amor.

 A los ocho días fue circuncidado como  se acostumbraba entre la población y le pusieron Jesús como lo había dicho el ángel antes de su concepción. Es muy poco lo que se conoce de la infancia   en Nazareth, la participación en juegos con otros niños, las relaciones con José su padre carpintero ocupado en el día a día, su madre María con los quehaceres del hogar y una comunión permanente del pequeño con su padre en el Cielo. Tuvo posibles participaciones del niño en familia asistiendo a los eventos religiosos. Como lo menciona la Biblia, Jesús vive sumiso a José y María: “Crecía en todos los aspectos y se iba preparando para la misión futura que le esperaba”.

 No se conoce bien el manejo infantil de un niño que posiblemente era “un prodigio” una especie de genio chiquito que se comunicaba con Dios. Hay  que recordar que  era el hijo de Dios en el cielo y que estaba sentado a la diestra de Dios Padre. Dios lo mandó a salvar a su pueblo que se encontraba enredado entre la idolatría, la violencia, la pobreza y la desesperación. Cuando se cumplieron los días de la purificación de Jesús por la circuncisión, y  los treinta y tres días después  del parto para que la sangre de María estuviera en estado de purificación, pudieron realizar la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén para ofrecerlo al Señor por ser un varón primogénito.

 Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón justo y piadoso que había anunciado que no moriría sin antes ver al mesías del señor. Al entrar los padres con el niño Jesús lo recibió en sus brazos, y dijo: < Ahora Señor, puedes dejar morir en paz a tu siervo porque tu promesa se ha cumplido: Mis propios ojos han visto al Salvador que has preparado ante todos los pueblos, luz para iluminar las naciones y gloria de tu pueblo Israel >

 Ana la profetiza estaba también en el templo, de avanzada edad tenía ochenta y cuatro años siempre en el temple sirviendo a Dios. Se presento en ese mismo momento y daba gloria a Dios por haber conocido al niño Jesús para la liberación del pueblo  de Israel.

 Cuando cumplieron todas las normas regresaron a Nazareth  en donde el niño crecía en sabiduría, empatía, gracia, poder y entendimiento como lo demostró cuando tenía doce años. Cuenta  la historia que Jesús  se perdió en Jerusalén en la fiesta de celebración de la pascua.  Durante tres días permaneció en el templo sentado en medio de eruditos  escuchándolos  y preguntándoles, quienes estaban admirados de su inteligencia y  gran elocuencia.  Es el único acontecimiento que se menciona en los Evangelios sobre los años perdidos de Jesús.

 No es fácil intentar  recrear la escena de un niño de doce años entrando al templo en donde estaban los sacerdotes, doctores y sabios conocedores de las normas religiosas  que rigen el comportamiento de la gente. La sorpresa tuvo que ser inmensa cuando vieron un niño que  se presentó ante ellos con naturalidad  y grandeza con el  deseo de conversar manejando un esquema de preguntas y respuestas que suscitaban discusión y admiración.  

 A los tres días José y María lo encontraron en el templo sentado en medio de los doctores. Al verlo sus padres se quedaron aterrados y su madre le dijo: < Hijo, ¿porque has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando  muy angustiados>. Jesús les contestó: < Por qué me buscabais? ¿No sabías que yo debo ocuparme  de los asuntos de mi Padre?

 Por supuesto que no comprendieron lo que les decía. En  pocas palabras, Jesús sabía exactamente lo que le esperaba y sabía de manera precisa la misión que debía  cumplir en la tierra. Lucas cuenta que María guardaba “todas estas cosas en su corazón”.

 Jesús sabía en sus doce años lo que le correspondía como hijo de Dios enviado  a restablecer la humanidad y salvar a su pueblo. Jesús sabía conversando con los doctores que ellos usaban el conocimiento que tenían para oprimir al pueblo, justificar el racismo, la idolatría, el adulterio, la corrupción y el sufrimiento. No tenían compasión por los enfermos y los pobres, usaban la religión para confundir a la gente creyéndose   muy inteligentes. Jesús  comprendía y veía cada una de las mentes que estaban en el templo. Sabía que era el enviado de Dios para salvar a su pueblo y a toda la humanidad y que entregaría su vida en una cruz a los treinta y tres años para lograr su cometido. La misión de Jesús en la tierra  era hacer justicia social y establecer el derecho como norma fundamental de convivencia  humana. Para Jesús el mundo que lo rodeaba desde su nacimiento hasta su crucifixión estuvo lleno de “violencia, rapiñas, confiscaciones, deslealtad y muertes”.   Su vida era un   ejemplo de lo que era Dios un ser lleno de amor compasión y justicia.

 Jesús regresó a Nazareth con sus padres y permanece sumiso a José y María hasta sus treinta años mientras crecía en “sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres”.

 

 

 

 

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