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lunes, 17 de septiembre de 2018

Descubriendo a Emily Dickinson


Rosa Nieto


     Aquella tarde de febrero cuando leí por primera vez a la poeta norteamericana Emily Dickinson mi vida no volvió a ser igual. ¿Dónde estaba la magia para que, palabras susurradas a mi oído de manera tan sencilla continuaran resonando en mi mente como aleteo lejano de un ave?  Palabras que albergaban dentro de ellas otras palabras…continué leyendo, no podía parar, me sentí atrapada. Quería devorarla.

Me detuve largamente ante la lectura de cada poema, recurrí al diccionario, desmenucé cada palabra. Encontré sus profundas inquietudes sobre el misterio de la vida; el éxtasis de la muerte, algo que siempre la inquietó al haber perdido seres queridos desde muy joven; la inmortalidad, el amor, el dolor y la felicidad. Sus palabras encarnan la experiencia femenina de una realidad que trasciende la vida de una mujer reducida a una habitación que escribe y lee a mediados del siglo XIX.   


Sus poemas me hicieron reflexionar y necesité tiempo para analizarlos. En especial, los siguientes tocaron hondamente mi corazón:
“Contempla esta pequeña Ruina –
que impulsa todo lo que vive –
tan vulgar como desconocido,
su nombre es Amor –
su ausencia es Aflicción - su posesión, Herida –
En ningún sitio – salvo en el Paraíso
se encontrará un Equivalente”.
                                              
Desencanto ante la imposibilidad de ver realizado un amor romántico. Coloca la palabra AMOR en una posición terrenal devastada. No tenerlo la lleva a sentir pesar y tenerlo le produce el dolor de una herida. Por lo tanto, es inalcanzable. AMOR que sólo en el jardín del edén podrá encontrar, pues en este mundo es un elemento desconocido.  Muestra a una mujer perpetuamente enamorada del amor.


“Ven despacio -Edén!
labios no acostumbrados a Ti
Tímidos – sorben tus Jazmines-
Como la desfallecida Abeja-
que, al llegar tarde a su flor,
zumba en torno a la estancia de ella-
Cuenta sus propios néctares-
Entra- y se pierde en Bálsamos.”

El poema tiene un trasfondo erótico. Una vez mas Emily utiliza la palabra religiosa “Edén”, que es igual a “Paraíso”, para transmitir un significado profano. Al mencionar la estancia le confiere una connotación femenina con lo cual crea una imagen sensual. Medita sobre si el mejor deseo es el consumado o el no consumado. Aquí al consumarse el deseo hay una pérdida.

“Los ríos mínimos
dóciles a algún mar
Mi Caspio -Tu”

Puesto que hasta los ríos pequeños tienen un señor, yo me disuelvo en ti, mar grande.
El mar Caspio es el mayor mar interior del mundo, situado en la región caucásica del Asia Central.

“Es tan poca cosa el llorar
cosa tan breve el suspirar
sin embargo, por cosas tan pequeñas
morimos hombres y mujeres”

La vida humana no escapa de los límites del sentimiento.

En no pocos otros poemas muestra los signos divinos que hay ocultos en la naturaleza. Su mirada se acerca a todo lo que la rodea: el viento, las estaciones, las aves migratorias, los insectos y las hojas.

Las experiencias que retrata son profundamente sentidas, es decir, que al leerla sentí que lo que decía había pasado por el filtro de su propia sensibilidad y reflexión. La mayoría de sus poemas carecen de título, contienen líneas cortas, sintéticas, audaces y mágicas, con gran intensidad sonora. Escoge minuciosamente cada palabra con tal precisión que da un golpe certero en la imaginación del lector. Utiliza puntuación poco convencional, al igual que el excéntrico uso de los guiones, mayúsculas y comillas que tienen el efecto de que no la leamos de corrido, sino que nos detengamos y reflexionemos cada palabra.

Es por todo lo anterior, que se hace tan difícil traducirla a otros idiomas pues se pierden matices. Sus críticos afirman que su poesía es un producto completamente original y, por lo tanto, imposible de imitar. 

Envuelta en el sortilegio de estos mágicos momentos, me animo  a escribir mis primeros poemas. 

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