Vistas de página en total

lunes, 17 de septiembre de 2018

Peccata mundi, tres




Ensayo mínimo


José Iván Pérez

El conjunto de nueve cuentos contenidos en el libro ‘Pecado’, de la escritora colombiana Laura Restrepo parece tener un hilo conductor, a modo de leitmotiv, cuya base de inspiración  tiene que ver con ‘El jardín de las delicias’; tríptico pictórico de Jheronimus van Aken, o simplemente Joen (en España El Bosco), centrado en sus exacerbadas alusiones a tres temas en específico: Paraíso, Tierra, Infierno, cada uno escrito con mayúscula y expresado en los más vívidos colores de su paleta de artista flamenco del renacentismo.

La autora del texto puesto a nuestro análisis, feraz novelista y profusamente laureada acá y acullá, espera que la obra sea catalogada como novela. (Al menos así lo ha manifestado en entrevistas que ha respondido en su país y fuera de él). Lo de la definición del género literario, crea la duda de si fue determinación de la autora o imposición del editor, quien en la contraportada de la edición de bolsillo de la obra se atreve a rotularla como: “La perturbadora y ambigua idea de pecado se encarna en todos ellos”, refiriéndose a los cuentos que conforman la obra.
Cuando en la tertulia literaria ‘Palabras Mayores’ hicimos una aproximación al análisis de la obra, se escucharon voces que, en medio de escarceos de crítica literaria o de reseña, buscaban desentrañar el sentido encontrado por cada uno de los contertulios, y los sentimientos que hubieran despertado en ellos. La consigna establecida para el ejercicio era que, cada interviniente en la tertulia, escogiera dos textos para pronunciarse acerca del que más y el que menos le hubiese gustado, y la razón de dicha apetencia.
Así se hizo. Pero en el arriesgado ejercicio de acudir a la heurística para desentrañar el sentido, hasta hubo intentos de aproximación a un análisis del más silvestre cuño psicoanalítico, y se rozaron los límites de la más arriesgada exégesis ‘teológico – bíblica’.
Cuando el análisis buscó hacerse profundo, aparecieron elementos de la teología moral católica para señalar -como centro de cada uno de los cuentos- la referencia al ‘PECADO’, que en este caso no era analizar el título del libro, sino  la descripción de un mal en particular, descrito en las entrañas de cada texto, y que tocaba con la moral y las buenas costumbres de los seres humanos.
Con esta óptica, se pretendió dar suficiente ilustración al meollo de cada texto y a la forma magistral como, desde la literatura, la autora trataba cada ejemplo de la encarnación del mal.
Cuando se quiso aplicar un método más riguroso al análisis del contenido señalado como descripción de un pecado diferente, surgió un inquietante interrogante: ¿y qué entendemos por pecado? ¡Y ahí fue Troya!
Se inició la remontada hasta el Antiguo Testamento como parte de la Biblia, sin distingos de si la edición era católica, protestante o de cualquiera de las pelambres de textos bíblicos apócrifos… Y llegamos al libro del Génesis, donde parece haber surgido, por primera vez, el término ‘pecado’… Y se aludió a la ira de Dios por de desobediencia de sus recién creadas criaturas… Y surgieron las alusiones e interpretaciones al texto… Y se pretendió -catecismo en mente- dar definición de qué era pecado y qué no lo era… ¡Y hasta hubo intentos de pronunciamientos < ex cathedra >!... ¡Y se afirmó – sin el menor reato de culpa- que, según la Biblia, Yahveh había condenado a Adán y a Eva “por su pecado”!... Claro que eso no es lo que dice el texto bíblico.
Pues no, claro que no es lo que dice el texto bíblico. El término ‘pecado’, aunque se emplea en el Génesis como manual pedagógico de la época de su escritura,  no se refiere a lo hecho por Adán y por Eva. Se refiere sí, expresamente a lo hecho por Caín, cuya conducta y acciones todos conocemos –no sé si porque cada uno de nosotros ha sido alguna vez un poco ‘caínico’ o porque sabemos qué fue lo que hizo ese primer envidioso de la raza humana- y que procuramos evitar en nuestro comportamiento cotidiano.
Pero la realidad real, si se permite la iteración, es otra cosa, según el mismo texto bíblico. Sólo hasta el encuentro personal de Yahveh con Caín (Gen. 4, 6-7), venimos a conocer la palabra ‘pecado’ en la Biblia. El cuento lo dice muy claro: “Yahveh dijo a Caín:< ¿Por qué andas irritado y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar> (la cita es de la versión de la Biblia de Jerusalén).
Como el más sabio consejo de los que solía dar la buena de mi abuela era: ‘define y no discutirás’,  se ha tratado aquí de hacer claridad a propósito de la deliberación del grupo, y no de postular, de nuevo , lo que debe ser el abordaje del término, a propósito de esta obra de Laura Restrepo, cuyo análisis era la propuesta de la tertulia.
La invitación, entonces, es a que lo más conscientemente posible nos aboquemos a desaprender los mitos, leyendas y dogmas que hemos venido construyendo o arrastrando como doctrina de una ‘religión’ fabricada por nosotros casi hasta la idolatría (¡uy, que pecado!).
Y, también,  como parte de esa concienciación, superemos con serenidad, los falsamente denominados ‘méritos’, con los que creíamos estar empedrando el camino para alcanzar eso que llamamos : ¡s a l v a c i ó n!,  privilegio de los que consciente o inconscientemente militamos en las huestes heredadas de abuelos y familias creyentes en donde aprendimos que, esta era la única manera segura, de alcanzar la vida eterna, aunque aquí conviviéramos soportando infiernos o produciéndolos; y, que a pesar de ello, nos siguiéramos considerando exentos de todo PECADO.
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario