Vistas de página en total

lunes, 17 de septiembre de 2018

Somos protagonistas de pecado



«Aquel de ustedes que esté libre de pecado,
que tire la primera piedra» (Juan 8: 7).
 




Amparo Quintero D


Laura Restrepo narra en nueve cuentos la complejidad del ser humano. Los compila bajo el título “Pecado” (Editorial Penguin Random House. Bogotá, 2017. 294 págs.) para mostrar algunas de las grandes y profundas contradicciones de nuestro yo más íntimo. El concepto “pecado” nos remite, a quienes hemos sido formados bajo los preceptos religiosos, a sentimientos asociados con culpa y castigo. Sin embargo, la lectura generó en mí un sentimiento de compasión por algunos personajes. Queda por fuera la lástima dando paso a una exigencia humanista de “ponerse en los zapatos del otro”, contextualizando y reconociéndonos como sujetos potenciales de pecado, en mayor o menor medida. La cotidianidad nos brinda muchos ejemplos: infidelidades, amores secretos, complicidad de madres permisivas, deslealtad de una persona que incumple sus compromisos y deja que los asuma el amigo codeudor o la prepotencia de quienes desde lo alto de la columna del ego tratan con desprecio a las demás personas.

Otros personajes me causaron gran rechazo independientemente de las razones comprensibles pero no justificables para su actuar. En el presente,  basta escuchar y leer noticias de la vida política del país para ver la cantidad de evidencias de corrupción, crimen y calumnia que involucran a nuestros dirigentes de “buenas familias” y formados en universidades de prestigio. Con cinismo niegan sus actuaciones, aún con pruebas en su contra, siendo protagonistas de una crisis de valores que caracterizan una sociedad enferma.
“La complejidad del ser humano” es una categoría con la cual me atrevo a señalar el enredo de anzuelos que es la siquis de cada uno de nosotros. Lo descubrí pronto como maestra. Relato dos anécdotas que fueron campanazos para volverme escéptica frente al comportamiento de niños de cinco en conducta: un niño, muy juicioso y brillante académicamente, clavó la punta de un compás en la espalda de un compañero y una niña, la más brillante y dulce, así como alegre y solidaria durante varios años de escolaridad, era la autora de los letreros obscenos en los sanitarios. Este tipo de comportamiento me llevó a tratar de comprender a los niños y a tener en cuenta las explicaciones de los más loquitos así como las de los  juiciosos,  generando mucha confianza en unos y otros para contarme sus angustias. La aceptación de esta complejidad es la que  me permite sonreír cuando una mujer despechada acusa a otra de “quitarle el novio” o en momento de separación “clamar por los años perdidos junto a su compañero”.
El pasaporte de Pecado es el tríptico de El Bosco, El jardín de las delicias,  mundo onírico y de estupor que anuda la obra. Cielo, tierra e infierno se nos presentan en los cuentos, construidos con maestría que evidencian profundo conocimiento del ser humano y desde una perspectiva ajena a los juicios y condenas.
En “Pecado” vi gráficamente la complejidad: en “Las Susanas en su paraíso”, Nenito, con su cuerpo viril, atlético, primitivo y hermoso, se deja pescar con el anzuelo de la libido de Diana, quien viaja a un mundo sin retorno de placer y erotismo, olvidando las buenas costumbre morales, a sus hijos y esposo. Goza desenfrenada sin medir las consecuencias. Dos mundos condenados a estar separados de juntan en un instante de placer, dos cuerpos y mentes se unen rompiendo barreras milenarias. Cielo e infierno se tocan sólo para constatar una vez más que lo imposible es posible, aunque fugazmente.
“La promesa” nos presenta de nuevo el eterno dilema de Edipo-Electra traído a la conciencia por Freud y recreado trágicamente por Sófocles. Ana, presa de la neurosis por no comprender el complejo y menos resolverlo, cae en brazos de su padre, extraño para ella pero ansiado con ferocidad desde su primera infancia.  El padre ausente, que no ha visto crecer a su hija y por lo tanto  no ha interiorizado su paternidad, ve en Ana el objeto de su deseo de macho. No media entre ellos la ternura. Ambos se presienten, se buscan, se encuentran y también, de alguna manera, se salvan al comprender que tienen que alejarse, no solo físicamente sino emocionalmente. No es la libido la que acerca a Ana a su padre, es un sentimiento mucho más profundo, más arraigado en la psiquis, por lo tanto más doloroso. El anzuelo de la anhelada protección la lleva a confundirla con la sexualidad.
“Lindo y malo ese muñeco” es un golpe de realidad sin anestesia. Directo, descarnado y brutal Laura nos presenta un ángel caído que sin preparación alguna es sometido a un destino cruel al tener que sostener a su familia debido a la ausencia del padre. Duro y frío, sin asomo de sensibilidad, siente que su madre lo aprueba hasta el día aquel, en que ella, presa del pánico y con una fuerza más allá de lo normal, entra al lugar más peligroso del barrio a rescatar a su hijo menor, temerosa de que siga los pasos de Ángel quien ve otra cara de su madre. No es la sumisa que callada y diligentemente lo llena de atenciones. Es una acorazada luchando por salvar a un hijo. El desconcierto de Ángel permite una luz de conciencia.
Este cuento citado  llevó a preguntarme una vez más, por qué nuestra realidad socio-económica y política que es similar a la de otros países, es propicia para pescar este tipo de mentes juveniles que escogen el camino de la delincuencia para resolver los retos de la subsistencia. En otras culturas, la situación socio-económica no es suficiente razón para delinquir.
Paradójicamente el único amor eterno es el que no logra concretarse en convivencia dando paso a la idealización. La literatura muestra con frecuencia los casos al estilo de Romeo y Julieta o los “amores contrariados” como gustaba nombrarlos García Márquez. En Pecado pasa en el  “Olor a rosas invisibles”. Luicé sigue enamorado de Eloísa. No ha podido y no ha querido olvidarla después de 30 años. Una especie de adulterio platónico ha estado presente en la vida conyugal y Luicé no duda en lanzarse a una aventura de reencuentro a sabiendas que no podrá durar.
  En el matrimonio de Luicé siempre han existido tres. Ese amor secreto es posiblemente la fórmula para la armonía en su hogar, y tal vez, en muchos hogares que viven la misma situación. A los seres humanos, motivados por el ego, nos gusta jugar con el peligro, pensar que “el prado del vecino es más verde”, “pescar en río revuelto” con el anzuelo de la inconformidad debido a un sentimiento de insatisfacción constante.
“Pelo de elefante”, un cuento que refiere la experiencia de un sicario, se me presentó desde sus primeros párrafos tan brutal y descarnado que no fui capaz de continuar con la lectura. Esta reacción es común en muchas personas que volvemos a nuestra zona de confort cuando la realidad sobrepasa nuestro nivel de sensibilidad para tolerar el horror, así sea en líneas o en cine.
“El Siríaco” me llevó por caminos de humor por lo extravagante de la narración. Pude vislumbrar la soberbia de nosotros los seres humanos cuando nos encaramamos en las columnas del ego para mirar desde arriba al resto de los mortales. ¿No es el caso del médico que desde su columna mira con cierta suficiencia a quienes tímidos entran a su consultorio? ¿Igual no pasa con los periodistas que enjuician y juzgan al resto de los mortales? Igual pasa con intelectuales que miran por encima del hombro a las demás personas por saberse poseedores de una de las fórmulas para interpretar el mundo. Alrededor de ellos siempre habrá gente que los alude, los reverencie, les coma cuento.
La explicación descarnada que da Emma de forma tan natural para responder a la periodista sobre por qué descuartizó a su amante en “Amor sin pies ni cabeza” nos toma por sorpresa y nos confronta para compadecer o condenar. Frente a nosotros está la víctima descuartizada y también, una chica desesperada y angustiada tratando de salvarse. Este cuento es magistralmente trágico, expuesto con una naturalidad que nos permite ver en Laura Restrepo una excelente escritora hurgándonos el alma, haciéndonos cómplice del pecado cuando reconocemos la debilidad y complejidad de nosotros, los seres humanos.
La lectura de Pecado nos abre interrogantes, nos cuestiona y nos lleva a reflexionar sobre los duros procesos y retos que afrontamos día a día los seres humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario