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lunes, 27 de diciembre de 2010

Perdóname Jenny

                             Alvaro J. Vélez A.  
                                                                                                                                                                                                     
Eran las ocho y media de una noche oscura y lluviosa cuando sonaron dos tiros. Nadie, excepto quién disparó, vio nada en Marietta,   sector residencial de Atlanta.

Un grupo de estudiantes sale de clase en la universidad Central.
-Hola Jenny- saludó Frank Smith a su amiga y compañera de clase. - ¿Cómo está la  hermosa rubia oji azul?
-¿Qué tal, cómo te fue en el examen Frank?
-Muy bien, saqué 4,8.  No era para menos después de gastar todo el fin de semana estudiando, durante la semana no salí.
-Como quisiera ser como tú, por más que estudio a duras penas paso.
-No te quejes, a tus escasos 23 años ya te estás graduando.
-Mira, te presento a Lee Cox, él estudia arquitectura y es un experto en tiro con pistola, dijo Frank.
Fue amor a primera vista. Desde ese día Lee no dejó de buscar a Jenny, invitarla, hacerle regalos y finalmente se le declaró, cosa que ella aceptó encantada. El noviazgo no tiene ninguna falla. Sus familias los aceptan de buena gana.

-Que hubo Lee. Saludó Frank a su amigo al salir de la U días después –Si vas para tu casa ¿me puedes dejar de paso?
-Por supuesto. Voy afanado, tengo partido de tenis y de ahí salgo para lo de natación, estoy contra el reloj.
-No entiendo cómo haces, tienes toda clase de compromisos en deporte y todavía te queda tiempo para estudiar. Con razón te adoran los suegros y te buscan todas las peladas, es que con esa labia…
-No creas, yo me mantengo pegado de mi novia.
-Lo que pasa es que esos celos y esa inseguridad que te gastas…

 Jenny y Frank se encontraron un día en la biblioteca y charlaron largo y tendido.
-Frank, tu eres un hombre alto, atractivo e inteligente, no sé por qué no te has conseguido una novia. Yo se que eres  tímido y reservado pero tienes que socializar. Tú sabes que varias compañeras me preguntan por ti.
-Bueno, no estoy bien con las personas que apenas conozco y eso de estarle rogando a las muchachas para que se pinchen no es conmigo y con las que verdaderamente me gustan no me salen las palabras. (Si supiera como sueño con ella cada noche ¡Cuánto diera por decirle lo que siento! Se decía.)
- Tu sabes que cuantas conmigo para darte el empujoncito con mis amigas.

Lee y Jenny llevaban un año de novios, eran frecuentes los disgustos por culpa de su común amigo. Jenny y Frank tenían mucho en común por ser compañeros de clase y por lo tanto estaban juntos con frecuencia, de todos modos eran los mejores amigos, cosa que para Lee era inaceptable. Este le hacía a ella asiduos reclamos al respecto.

-Ya era tiempo que llegaras, llevo media hora aquí. Sólo hice parte de la jornada de tiro en el club por no llegarte tarde. Dijo Lee.
 -Lo lamento, el profesor me detuvo a la salida de clase con lo del examen.
-No vamos a tener tiempo de ver todo lo que tenemos que comprar para el matrimonio y ya se nos llegó el día. Hay que apurarnos. A la noche hacemos la lista de invitados.
-Yo no puedo esta noche, Frank viene para preparar la presentación que tenemos mañana en la U. A propósito, él se sorprendió muchísimo cuando le comenté que adelantamos nuestro matrimonio, no lo podía creer.
-¡No me importa que ese cretino se sorprenda o no! Siempre tiene que estar inmiscuyéndose  en nuestros planes. ¡Que se vaya al carajo la tal presentación! Mi matrimonio es más importante que todo. Bueno, ya que tienes tantas obligaciones con tu compañerito, apenas puedas me llamas y me haces saber cuándo podemos dedicarnos a nuestras cosas, chao.
Con un estridente chirrido de las llantas de su automóvil Lee salió energúmeno dejando a Jenny parada en el andén. Ella llamó llorando a Richard, su padre, contándole lo que pasó con el novio.
-Mira mi amor, tienes que entender que está muy tenso por la boda y esos asuntos con tu amigo lo hacen proceder así. Como tú y yo tenemos que hablar tantas cosas por tu cambio de vida, te invito a comer y te tranquilizas. Ya verás que él se calma y  no pasa nada. Te recojo faltando un cuarto para las siete.

-Buenas tardes, casi no contestas tu celular.
-Que tal Frank, estaba atendiendo una llamada de mi papá. ¿Cómo estás?
-Bien, te llamo para ver a qué hora voy. Yo llevo todo el material de la presentación.
-Frank, tuve un altercado con Lee y es posible que este se aparezca en la casa esta noche. De todos modos, hagamos el trabajo porque ya no da espera. Yo estaré en la casa a eso de las ocho. Si llegas antes vas adelantando y me esperas, por favor.
-Está bien, lo siento mucho Jenny. No tengo cabeza desde que me contaste lo de tu boda, no voy a tener ánimo para trabajar. Te espero.
¡No puede ser! Otra mujer como Jenny jamás voy a encontrar, por qué Dios me hizo así incapaz de demostrar lo que siento. Por qué tengo que seguir sufriendo este martirio, ahora más que nunca. Se irá de mi vida y para siempre, se decía Frank.

-Deme un tequila doble -ordenó Lee al mesero-.
Estaba iracundo y se fue al bar The Moon. Bebió hasta que cayó la noche y meditó lo que pasó con su novia.  No debí actuar así, se dijo. Finalmente decidió buscarla y pedirle disculpas. Pagó la cuenta y se  dirigió a la casa de ésta. La calle arborizada era oscura y llovía. No estaba seguro si le pediría excusas o no. Decidió parar su automóvil a prudente distancia para que no lo viera mientras pensaba que hacer. Prendió la radio. Le sorprendió que no hubiera luces encendidas en la casa y decidió esperar.

Un carro llegó y se parqueó en la entrada al garaje. Un hombre alto salió, dio la vuelta y abrió la puerta delantera; una mujer, aparentemente Jenny, salió del auto y rodeada por la cintura, del brazo de su acompañante, se dirigieron a abrir la puerta de la casa.
¡Es ella, con el estúpido del bonito de Frank! Yo no sé porque no entiendo que ella no puede estar sin él. ¡Maldita sea! No me voy a humillar, ya verán.
-Papá, arrópate con la bufanda, llueve y te puede hacer daño. No ha llegado Frank, las luces están apagadas, entra con cuidado mientras yo prendo las de la sala- dijo Jenny -.
¡Bang, bang!
-¡Ay, ay! me dieron…
-¡Papá, papá ¿qué pasó?!...
Jenny prendió la luz y se tiró sobre el cuerpo yacente de Richard, quién sangraba profusamente.
 La policía hizo el levantamiento del cadáver.  Las investigaciones se prolongaron por meses, sin encontrar otro sindicado que Lee, a quien todas las pesquisas conducían.

-Usted reconoce que peleó con su novia ese día en la tarde, se fue a beber por varias horas, luego se dirigió cerca del frente de la casa de ella a eso de las ocho de la noche y estando allí la testigo Collins, vecina de Jenny, lo reconoció. Usted dice haber visto que, supuestamente, ella llegó con un hombre, y disgustado se fue nuevamente a beber. No tiene testigos de lo que hizo en el tiempo transcurrido desde que salió del bar hasta que regresó al mismo, tiempo en el que se cometió el crimen. La prueba del guantelete mostró rastros de pólvora en su mano, pero niega que mató al señor Richard Davis.
 - Así es su señoría.
Lee fue incriminado por homicidio premeditado y condenado a la pena capital por el homicidio de Richard Davis. Le notificaron que sería ejecutado el viernes veinticinco de Julio de ese año, a las diez de la mañana.

Jueces, la prensa, testigos, familiares y por supuesto Jenny. Lee fue conducido a la cámara de ejecución en presencia de todos. Eran las nueve y cincuenta de la mañana. Intempestivamente alguien del público se puso de pié.
-¡Alto! Paren la ejecución. Yo soy Frank Smith, yo maté a Richard Davis pensando que era Lee. Perdóname Jenny, no podía verte convertida en su esposa, siempre te he querido. Ahora no puedo con la culpa de lo que hice.
-Guardias, detengan a ese hombre - ordenó el alguacil-.
Frank se llevó la mano a la boca y tragó algo ante la mirada atónita de todos. Pocos segundos después se desmayó y empezó a convulsionar.
-Guardia ¿Qué pasa?
-Está muerto, alguacil.

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